El Océano de Tethys, es una amplia extensión marina ubicada durante el Mesozoico entre Gondwana y Laurasia. Al extremo occidental y como preludio del actual Mar Mediterráneo, es conocido como el Mar de Tethys, ocupando una zona repleta de islas y canales marinos, entre la placa africana y la placa europea. Entre ambas se encontraba el Macizo Hespérico y la Fosa Bética.
Su origen se remonta a la fragmentación del Supercontinente de Pangea, a partir de los inicios del Triásico, si bien su vestigios más antiguos se remontan a unos 440 millones de años, durante el Silúrico, conocido como el Paleo-Tethys. Pero fue a principios de Triásico, hace unos 250 millones de años, cuando los nuevos continentes, Gondwana y Laurasia, comenzaron a separarse como consecuencia de los movimientos tectónicos. Mientras tanto, un nuevo océano iba ocupando el lugar, creando uno de los hábitats marinos más florecientes durante el Mesozoico: el Océano de Tethys.
El clima tropical en el que estaba inmerso, dio lugar a la proliferación de la vida marina, por lo que pronto se llenó de corales, algas, peces óseos, tiburones primitivos e incluso reptiles marinos como los ictiosaurios o los plesiosaurios. Pero sin duda alguna fueron los cefalópodos, y más concretamente los ammonites, los que ocuparon este ecosistema en un aspecto más amplio.
Fue durante el Cenozoico, y con el inicio de los movimientos alpinos que dieron lugar al choque de la placa tectónica de India con Euroasia, y posterior elevamiento de las montañas que forman el Himalaya, cuando el Océano de Tethys se fue cerrando poco a poco, y se crea el actual Océano Índico en la parte oriental.
Al mismo tiempo, en la parte occidental, el movimiento de placas dio lugar a la cordillera de los Alpes, los Pirineos, la Cordillera Cantábrica o las Cordilleras Béticas. A su vez, los restos del antiguo océano creaban el actual Mar Mediterráneo, y dejaban algunos vestigios en forma de mares cerrados como el Caspio o el Negro.
El levantamiento de los sedimentos que formaban el fondo del Tethys, arrastraba los fósiles hasta lo más alto de las actuales cordilleras de origen alpino, y entre ellas las Cordilleras Béticas, mostrando su riqueza en cuanto a cantidad y variedad de fósiles de ammonites.