Los fósiles son los restos de organismos del pasado, o bien a sus señales de actividad, como sus huellas o marcas. Estos restos orgánicos o huellas, tras haber sido enterrados en condiciones adecuadas, se transforman en roca.
Se consideran como restos fósiles a los moldes de los seres vivos que fueron enterrados, pero también a su contramolde, y a cualquier vestigio de huella, rastro ó señal que éste pudiera haber dejado sobre los sedimentos.
Atendiendo a su tamaño, podemos diferenciar tres tipos de fósiles, si bien las dos primeras son las más habituales:
Pero los fósiles también pueden ser clasificados en base a su origen y composición de acuerdo a los siguientes términos:
Conocemos como fosilización al proceso que sufre el ser fallecido para convertirse en fósil.
Para que un ser vivo se convierta en fósil tras su muerte, deben suceder una serie acontecimientos que permitan cumplir el proceso de fosilización. Entre ellas resulta muy importante un rápido enterramiento de su cuerpo, o al menos de su mesoexqueleto, para evitar la descomposición o ser devorado por carroñeros.
Aunque en ocasiones se han fosilizado restos de tejido blando, no es lo habitual, siendo lo más común que las partes fosilizadas se correspondan con huesos, dientes, conchas, madera u otras partes duras del ser vivo. La acción del agua y los elementos químicos disuelven las sustancias originales, que posteriormente son sustituidas por otras procedentes de las rocas y minerales que lo rodean, como sílice, caliza, compuestos de hierro, etc.
Con el paso del tiempo, se van acumulando sucesivos estratos de sedimento, lo que provoca que el fósil esté sometido una gran presión, favoreciendo las reacciones químicas y compactando el material que conforma el fósil.
Los movimientos orogénicos levantarán los estratos, que tras sufrir el proceso de fractura y erosión, dejará al descubierto los ejemplares fósiles de aquellos seres vivos que habitaron nuestro planeta hace millones de años.
Se conocen varios tipos de fosilización en base a las características del entorno en que se ha producido la sedimentación, los elementos químicos del entorno, y el resultado final del fósil:
También son consideradas como fósiles las estructuras formadas como consecuencia de la actividad de los seres vivos, como las pistas, galerías formadas por gusanos, las huellas de vertebrados, etc. Estos fósiles son denominados como icnofósiles.
Conocemos como fósiles guía o fósiles característicos a aquellos que, debido a su corta presencia temporal, nos permiten datar los estratos donde se encuentran. Son utilizados por los paleontólogos y los geólogos para estimar la antigüedad de las rocas donde se encuentran.
Para ello deben ser fósiles de fácil identificación, ser muy comunes en una amplia zona geográfica y tener una evolución muy rápida para que queden asignados a un periodo muy corto de tiempo geológico. Así por ejemplo, en el caso de los ammonites, la presencia en un estrato del género Neocosmoceras nos da la información de que nos hallamos ante estratos datados en el Berriasiense (Cretácico inferior), pero si además podemos afirmar que se trata de la especie Neocosmoceras sayni, seríamos capaces de afirmar que se encuentra no solo en el Berriasiense, sino que podríamos afinarlo a la zona Boissieri.
Conocemos como registro fósil al conjunto de restos de seres o sus huellas dejadas en las rocas sedimentarias principalmente, incluyendo al conjunto de los fósiles existentes. Todos ellos componen la prueba fundamental que evidencia la vida en el pasado y su evolución biológica.