Los ammonites son los fósiles que más abundan, y a su vez, de los más apreciados por los coleccionistas. La gran diversidad ornamental de sus conchas, discoidales o globosas, involutos o heteromorfos, lisos o con tubérculos y costillas, pequeñas o grandes, les hacen destacar en los museos y colecciones.
A ello tenemos que añadir el interés que presentan por su extinción total, y las circunstancias en que se produjo dicha extinción, lo cual a día de hoy, si bien los continuos descubrimientos arrojan mucha información que nos permite tener una teoría sobre lo acontecido, lo cierto es que todavía quedan algunas lagunas por aclarar.
Aparecen en el Devónico, y han estado presentes hasta el final del Cretácico Superior.
Se conocen más de 10.000 especies, incluidas en más de 1.550 géneros.
Los ammonites, al igual que los nautiloideos, vivían en los mares tropicales.
Sus conchas o caparazones estaban formados por carbonato de calcio, y su forma podía ser recta, en espiral, o parcialmente enrollada.
Con un tamaño habitualmente pequeño (de entre 1 y 10 centímetros), han existido especies "gigantes" como el Parapuzosia seppenradensis, expuesto en el Museo de Münster (Alemania), con más de 1,60 metros, sin contar la cámara de habitación, que no está incluida en el fósil.
A medida que el animal crecía, se iba agrandando su concha, y la abertura se ensanchaba, a la vez que iba creando un nuevo septo para tabicar la cámara antigua.
Los ammonites son usados frecuentemente como fósiles guía, gracias a su rápida evolución y su amplia distribución geográfica. Esto significa que determinadas especies son propias exclusivamente de un piso característico, incluso de zonas determinadas, lo cual nos permite asignar una especie de ammonite a una zona concreta, por lo tanto a una edad concreta. Esto da lugar a la determinación cronológica de los estratos por mediación de los fósiles de ammonites que contiene.
La subclase Ammonoidea se divide en los siguientes órdenes:
Sus principales características atendiendo a sus líneas de sutura son:
El orden Ammonitida se divide a su vez en cuatro subórdenes, atendiendo más a la forma de sus conchas y su ornamentación:
Lytoceratina: Al igual que Phylloceratina, poseen líneas de sutura bastante complejas, pero sus conchas son evolutas.
Ammonitina: Comprende a una gran variedad de ammonites cuyas conchas son planoespirales y simétricas en ambos lados. Pueden ser evolutas o involutas. Su ornamentación puede ser desde lisa, a mostrar costillas de variado grosor, desde muy finas y abundantes, hasta gruesas costillas, a veces con nódulos. También varía mucho su parte ventral, que puede ser desde muy fina, a veces con quilla, a vientres muy anchos y redondeados.
La concha de los ammonites la podemos definir como la que forma la estructura y sirve de protección al animal. Generalmente tiene forma espiral (salvo en los heteromorfos), lo que le permite un crecimiento en proporciones geométricas.
En la concha podemos apreciar las siguientes partes fundamentales:
Llamamos ombligo a la superficie cóncava que se forma a partir de la protoconcha y entre las paredes de la última vuelta, y puede ser amplio o estrecho.
Según el tipo de enrollamiento que presenta el ammonite, podemos distinguir los siguientes:
Como ya se ha dicho anteriormente, las conchas de los ammonites presentan una gran variedad de formas, las cuales han ido evolucionando desde las formas simples más antiguas, enrolladas con simetría bilateral, hasta las formas más llamativas y extrañas como las de los heteromorfos, más frecuentes en el Cretácico.
Atendiendo a los tipos de enrollamiento y a la forma volumétrica de la concha, podemos distinguir las siguientes formas:
Los Aptychus son unas piezas fósiles que forman parte de la estructura de los ammonites, cuya función era similar a la de los opérculos de los gasterópodos, aunque algunos autores los consideran como parte de la mandíbula del ammonite.
Los Aptychus están formados por calcita, y se presentan en pares, mientras que los Anaptychus lo hacen en una sola pieza.
Generalmente se solían desprender del animal original tras la muerte de éste y su posterior depósito en el fondo marino, por lo que es habitual encontrarlos sueltos. Excepcionalmente aparecen fósiles de ammonites que conservan sus propios Aptychus en su posición original.
Las principales clases de aptychus son:
Los Aptychus más comunes en las Cordilleras Béticas son Laevaptychus latus, del Jurásico Superior, que pertenece a los Aspidoceras, y Lamellaptychus lamellosus, que corresponde a los Haploceras.
Algunas especies presentan dimorfismo sexual. Esto significa que diversos ejemplares de una misma especie, presentan diferencias en el desarrollo de la concha, según el sexo al que pertenecen.
De este modo tenemos la microconcha, que correspondería al macho, y cuya característica es que presenta un crecimiento lento, con apenas unas pocas vueltas y pequeñas, con una ornamentación más compleja y desarrollada.
Por otro lado, la macroconcha, correspondientes a la hembra, con conchas más simples y sin apenas ornamentación, presenta vueltas con un aumento de tamaño considerable, y sin llegar a tener aurículas. Se cree que el mayor tamaño respecto a las microconchas era consecuencia de necesitar más espacio para la puesta de los huevos.
Hoy en día está plenamente aceptado por la comunidad paleontológica que la extinción de los dinosaurios al final del Cretácico se debió al impacto de un meteorito en lo que actualmente es la península de Yucatán, en México. Pero aún así, siguen habiendo varias teorías que intentan responder algunas de las preguntas sobre dicha extinción.
Parece más o menos claro cómo se pudo producir la extinción de multitud de especies terrestres, entre ellas los dinosaurios. Lo que no estaba tan claro hasta ahora era conocer el motivo por el cual los ammonites, animales tan distantes y distintos de los dinosaurios, sufrieron la extinción definitiva al mismo nivel cronológico.
La respuesta puede estar en el aumento de la acidez de las aguas. Todo parece indicar que, tras el impacto del meteorito, se expulsaron a la atmósfera una gran cantidad de polvo y gases tóxicos. lo que provocaría la oscuridad en el planeta al impedir el paso de los rayos del sol, y en consecuencia, rompería la cadena alimenticia, al no poder realizar la fotosíntesis las plantas terrestres y las algas marinas. Si esto hubiera sucedido así, los animales de la superficie de los océanos, que se alimentan de estas algas, habrían fallecido rápidamente, y en consecuencia, los habitantes de los fondos marinos lo habrían hecho más tarde. Sin embargo, no fue así. Los ammonites que habitaban la parte media y superior de las aguas sucumbieron a la extinción, pero los nautilus (muy semejantes a los ammonites), que poblaban los fondos marinos, han conseguido sobrevivir hasta nuestros días.
Curiosamente fueron solo los animales provistos de concha carbonatada y hábitat más próximo a la superficie los que se extinguieron. El motivo pudo ser el aumento rápido de la acidez de los océanos. El descenso repentino del ph de las aguas se debió a la aportación de ácido nítrico y ácido sulfúrico. Así pudieron perecer rápidamente los grandes peces, los mosasaurios, y los ammonites. Mientras tanto, los nautiloideos, habitantes de los fondos marinos donde no llegó la acidez, sobrevivieron a la extinción.
Fosilización unilateral de los ammonites en el "ammonítico rosso" |
Estamos acostumbrados a ver cómo los ammonites procedentes del ammonitico rosso, suelen aparecer fosilizados unilateralmente, es decir, que sólo nos muestran una de las caras del fósil.
El motivo puede ser debido a varios factores, pero generalmente se debe a que estos seres habitaban los mares profundos, de manera que al morir eran depositados sobre los fondos marinos de ambiente profundo y tranquilo, lejos de la aportación de sedimentos continentales y costeros, sin apenas movimientos de corrientes marinas, lo que provocaba un largo periodo en el proceso de fosilización.
Esta lentitud en la fosilización permitía que mientras la parte inferior quedaba enterrada, y por lo tanto preservada de la erosión, la superior permanecía expuesta a los agentes externos que poco a poco la iban deteriorando, de modo que cuando el ejemplar quedaba completamente enterrado, la parte superior ya había desaparecido.
La facies de ammonítico rosso se suele formar bajo condiciones de condensación, con una sedimentación muy lenta, lo que da lugar a secuencias estratigráficas relativamente delgadas, pero que se corresponden con periodos de tiempo bastante amplios. Esto es la causa de que en ocasiones aparezcan grandes acumulaciones de ejemplares en afloramientos del Jurásico y Cretácico Inferior.
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